Una mañana desperté con la lucidez necesaria para darme cuenta de que vivir sin engañarme es vivir en paz. Solo estando en armonía puedes manejar con equilibrio las pesas y la balanza. Siempre me sentí forastera de mi propia vida. Algunos me dicen que miraba hacia atrás por curiosidad. Yo sabía que lo hacía desconsolada por las vidas que no elegía. Transité durante un tiempo otras vidas buscando el contacto de dos cercanías. Había almas a mi alrededor que llevaban vestidas de blanco desde que eran niñas. Eran sustancias del recuerdo, refugio infeliz del desterrado. Algunas se habían ido para aprender a leer el futuro entre las grietas del Universo. En la plaza de abastos abarrotada veo mil caras que alcanzan el cielo. Llenas de Silencio beben la primera sonrisa del día. Cae la tarde y ese Silencio y la Sombra se abrazan. Como estampa final del día, en el horizonte, se asoma una ventana abierta donde el destino muestra su sigilo y una caravana desnuda atraviesa El Tiempo. Aquella noche la estrellas temblaban en el cielo entre los límites y la libertad.
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Juan Gómez Panizo
Una ventana abierta.