Somos los padres de aquellos niños que solo abrían los ojos a la belleza efímera. El encanto de aquellos cuerpos secretamente deseados quedó reducido a la ternura. Simplemente, dejaron de importarnos. Escogimos en su lugar el hechizo de la dulzura. En aquella ilusión del mediodía , que atravesaba los corredores del sueño, solo había inocencia estremecida. Después de cada fiesta alguien ha de limpiar, después de cada envite también. Mucho tiempo nos costó entender que llegábamos tarde al amor. Sin darnos cuenta, se asomaba ya el sol de junio.
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