Tenían una relación puramente sexual. Cariñoso como un niño, mientras se servía una taza de té, le pidió que se sentara con él. Ella, encontró un hueco entre sus piernas y le susurró: la luz siempre viene del cielo. “ ¡Quién pudiera retenerla!” Quedaron mudos ante tanto misterio. Una vez hubo apurado el último sorbo de té, la besó con la mirada mucho antes de que sus labios se rozaran y, sintiendo por vez primera miedo a perderla le dijo: Sin ti no amo. Por lo demás, y a modo de cierre, te ofrezco otra clase de felicidad.
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