Mi cuerpo lleno de música hacia su camino entre tinieblas calientes. Deshaciéndome en aquella tarde de lluvia de flores silvestres bajé por la espesura del monte entre una multitud de manos mortales. Una noche, a eso de las diez, después de la cena, mi alma era una incógnita. Algo insondable. Me di cuenta en ese instante de que iba rumbo al silencio; donde nace el tiempo. Ahí desapareció el eco de mi voz. Antes del amanecer había bordado el misterio.
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