Mi soledad la suelo ocultar dentro de mis libros y en los brazos de Funchal. Podría decir que es mi última morada, y esto comienza a ser verdad mientras yo lo escribo y tú me lees. Esta es una isla en la que todo se despeja. Encuentro un solo sendero y las jacarandas ceden ante el peso de la réplica. De repente suena el corazón.

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Anónimo
Una cebra encantada
reposa sobre la hierba tierna
su figura mágica
adorna el paisaje
oculta sus ojos
sobre una duda
su credo, canción
de cuna
que le embate su
corazon
ala
Susana De la Torre
Muchas gracias, Agustín.