Tenía asegurada la inmortalidad. Siempre quiso aplazar su muerte intentando llegar a la cumbre de sus revelaciones. Aquel parecía un mundo fascinante repleto de un majestuoso magnetismo donde pasado, presente y futuro se perpetúan.
Me asustaba que pudiera encontrarse en el corazón de las tinieblas y parecía que era eso lo que estaba ocurriendo. Le pregunté: «¿Acaso te sirve de algo?» Es una cueva nocturna. Todo parece opaco. No hay luz. No hay columnas ni ventanas. No hay salones ni corredores. «¡Sal de aquí!»
Me miró casi con misericordia. Aquellos ojos negros clavaron su mirada en la mía y me respondió:»me quedo aquí.»
Ella se quedó y yo me alejé.
Fue en ese instante cuando empecé a entender la vida.