El invierno gobernaba nuestra aldea y aquel sol hecho ternura dormía al despertar el día. Para escapar lejos de la corriente del tiempo se sumergió en edades pasadas sometiendo a otra vida su vida, enterrando el alma hasta tocar sus huesos. Abolió el deseo de morir y empujó su sonrisa hasta lograr dibujarla en sus labios. Pensó en el canto de los pájaros, en aquellas mañanas heladas que desnudaron las ramas de aquellos cerezos y emprendió el vuelo. (Y era azul aquella tarde).
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