Hacia mis soledades me encamino.
Aquella tarde olía a menta, cuero y amapolas. Creía que la luz me pertenecía. Todo se eternizaba. Respiraba ritmo y quietud. Entonces, sobre mi cuerpo se extendió el infinito.
El Caos y el Sino eran sendas sin importancia. El sol de otoño temblaba en esa noche que era solo para mí.
Siempre fui una forastera en este planeta. Del otro lado, un interminable remanso de paz.
No me quieras hoy.
Pobre apasionada.