Caía la tarde cuando abril nos daba la bienvenida. Sentados alrededor de la mesa nos empapaba la tristeza. Llorábamos mientras llovía. Decidimos escribir una carta de despedida en la que nos excusábamos de estar vivos. Nuestro afán era borrar los caminos recorridos y encontrar la paz. Por fin, éramos conscientes de que nuestros defectos, nuestra ambición, nos rebajaba. Detrás de nuestras palabras presentes y de nuestros actos pasados nos amenaza la culpa. Todos arrastrábamos una gran melancolía. Olíamos un silencio atroz de ausencias. Sentíamos como si aquellas vidas arrinconadas a las que habíamos arrancado el alma nos acompañaran. Caminábamos despacio guiados por los tímidos ojos de la incipiente noche en la que comenzaba a asomarse la luna, y en medio de una entrañable soledad oímos una lejana melodía. En ese instante la noche nos atrapó y caímos al abismo. Fue allí donde escuchamos muchos silencios antiguos.
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1 Comments
Unknown
Leeré todo mas tranquilo